(Fusilero Sharpe 02) Sharpe Y El Oro De Los Españoles(c.1) by Bernard Cornwell

(Fusilero Sharpe 02) Sharpe Y El Oro De Los Españoles(c.1) by Bernard Cornwell

autor:Bernard Cornwell
La lengua: es
Format: mobi
Tags: sf_history
publicado: 2010-05-02T22:00:00+00:00


Capítulo 13

Sharpe señaló un olivo enano, que aparentemente marcaba una separación entre dos campos, y le gritó a Hagman:

—¿Ve aquel árbol, Hagman?

Una voz contestó desde el campanario.

—¿Capitán?

—¡El olivo! A cuatrocientas yardas. ¡Más allá de la casa grande!

—Lo tengo, capitán.

—¡Dispare contra aquella rama que cuelga!

Hagman murmuró algo respecto a unos malditos milagros, el Católico sonrió con desprecio ante lo imposible que le parecía semejante puntería, y Sharpe le sonrió a su vez.

—Si alguno de sus hombres intenta irse del pueblo, le dispararán. ¿Entendido?

El español no contestó. Sharpe había colocado a cuatro fusileros en el campanario y les había ordenado que dispararan a cualquier jinete que se alejara de Casatejada. De momento necesitaba ganar todo el tiempo posible antes de que toda la banda de curtidos guerrilleros del Católico iniciara la persecución de la compañía ligera a través de las colinas. Se oyó la detonación del fusil Baker, la rama que colgaba cogida a una tira de corteza, saltó por los aires, y entonces quedó descolgada. Hagman no había arrancado del todo la pálida corteza, pero la demostración resultaba más que suficiente, y el Católico observaba la rama rota que se balanceaba como un péndulo. No dijo nada. Sus hombres, desarmados y perplejos, se sentaron junto al muro del cementerio y observaron a otros cinco fusileros, guiados por Harper, que rastrillaban el enorme montón de bosta con sus bayonetas. Sacaban bolsas de piel, llenas de monedas, y las lanzaban a los pies de Sharpe; bolsa tras bolsa, repletas de oro, más monedas de las que Sharpe había visto nunca juntas, una fortuna mayor de lo que él jamás pudiera imaginar.

Los fusileros se sintieron intimidados por el oro, exaltados por el descubrimiento, y sin dar crédito con la excitación a las bolsas calientes y apestosas que iban cayendo a los pies de Sharpe. El rostro del Católico permanecía rígido como una máscara de feria, pero Sharpe sabía que los músculos controlados ocultaban un odio profundo.

—Nuestro oro, Sharpe.

—¿Nuestro?

—De los españoles —contestó escrutando la mirada del fusilero.

—Lo llevaremos a Cádiz. ¿Quiere venir?

—¡Cádiz! —exclamó; por un momento se le cayó la máscara y la voz gruñía con rabia—. ¡Usted no lo llevará a Cádiz! Se irá a Inglaterra con su ejército, para comprar comodidades para sus generales.

Sharpe deseaba que su cara reflejara el desdén que sentía por el Católico.

—¿Y usted qué iba a hacer con el oro?

—Llevarlo a Cádiz. Por tierra —contestó encogiéndose de hombros.

Sharpe no lo creía; su instinto le decía que el Católico había planeado robar el oro, quedárselo, pero no tenía prueba alguna salvo que el oro estaba escondido.

—Así pues, le ahorraremos el viaje. Será un placer.

Sonrió al Católico, quien se giró y habló rápido a sus hombres, haciendo gestos señalando a Sharpe; los guerrilleros, junto al muro, murmuraron rabiosos de modo que los hombres de Sharpe tuvieron que enderezar los rifles y dar un paso adelante.

Patrick Harper se detuvo junto a Sharpe y se estiró los músculos de la espalda.

—No están contentos, capitán.

Sharpe le sonrió burlón.

—Creen que vamos a robarles el oro. No creo que nos ayuden a llevarlo a Cádiz.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.